El edificio fue construido entre los años de 1751 y 17702 por el arquitecto Ildefonso de Iniesta para la orden de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri en la antigua calle del Arco de San Agustín, hoy República de El Salvador. Fue financiado por Antonio Calderón Benavides, devoto de San Felipe Neri, luego de padecer una enfermedad tras la cual prometió que si era curado por intercesión divina, dedicaría un espacio religioso y formaría una congregación dedicada a la vida contemplativa. Dicha congregación se convirtió en union y tuvo como primeras sedes la iglesia de Nuestra Señora de Balvanera y la de San Bernardo. Hacia 1665 solicitaron su filiación oficial a Roma como grupo religioso, para lo cual les era necesario que la unión tuviera una sede propia. En 1702 obtuvieron del papa Inocencio XII su reconocimiento como oratorio, y ampliaron las construcciones que poseían en la calle del Arco de San Agustín, las cuales fueron inauguradas formalmente en ese mismo año por el virrey Payo Enríquez de Rivera. En abril de 1751 iniciaron una ampliación mayor a cargo del recinto, a cargo de Ildefonso de Iniesta, incluida la portada. Dicho esfuerzo se vio truncado ante las escasas donaciones obtenidas por los filipenses y por un sismo ocurrido en abril de 1768.
La congregación optó por trasladar a su sede al Templo de La Profesa, el cual había sido desalojado tras la expulsión de los jesuitas de la Nueva España en 1767. En lo sucesivo el edificio entró en declive, siendo incluso sede de un establo y de caballerizas. A partir del año 1857 el edificio albergó al Teatro Arbeu, un importante centro teatral fundado por Porfirio Macedo como forma de homenaje a su suegro Francisco Arbeu. Por su escenario pasaron artistas como Anna Pavlova y Enrico Caruso. El teatro dejó de funcionar en 1954. En 1959 fue expropiado para convertirse en propiedad federal.
A finales de los años sesenta, el edificio fue restaurado para albergar a la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, recuperándose su fachada original de estilo barroco a cargo del arquitecto Carlos Chanfón.
De 1972 a 1982, el pintor Vlady realizó la obra La Revolución y los Elementos en la sala principal de la biblioteca, convirtiéndose en la obra más ambiciosa del autor y a la que dedicó una gran cantidad de tiempo. La técnica ocupada para los más de dos mil metros cuadrados de superficie fue el fresco.
A su vuelta de Europa en 1969, el pintor realizaba una caminata por el Centro Histórico cuando vio la recién restaurada biblioteca y pensó las posibilidades de pintar murales en los vanos de la misma. «Es el sueño de mi vida», anotó en su libreta el artista. Luego de buscar a los responsables de la restauración sin conseguirlo, cuatro años después el entonces presidente Luis Echeverría le ofreció algunos muros faltantes en el Palacio Nacional.7 Con el fin de no rivalizar con la obra de Diego Rivera, Vlady propuso la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada y su propuesta fue aceptada.
El primer espacio en ser pintado por Vlady fue una capilla lateral ahora conocida como Freudiana, en donde alude al autor, al psicoanálisis y a la revolución sexual. La siguiente parte llevaría al artista varios años de trabajo y se convirtió en un reto personal al desplegar personajes, símbolos y referencias culturales dentro del concepto de la revolución, comunicando del artista «la cultura enciclopédica y su imaginación febril». El propio proceso creativo para el despliegue del programa de los murales fue un cuestionamiento profundo para el propio Vlady.
El nombre completo de Vlady es Vladímir Víktorovich Kibálchich Rusakov (Владимир Викторович Кибальчич Русаков), nacido en Petrogrado el 15 de junio de 1920 y finado en Cuernavaca, Morelos el 21 de julio del año 2005.
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